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Un nuevo método para terraformar Marte


Redacción El Monitor


Los científicos que estudian la colonización espacial consideran que, para que Marte pueda albergar de manera sostenible a la humanidad, es necesario que adquiera condiciones para la vida. A este proceso se le conoce como “terraformación”.


Durante décadas, se ha estudiado e imaginado el proceso para terraformar Marte con diferentes métodos y diversas modalidades. El enfoque reciente propuesto por investigadores de las universidades de Chicago Northwestern y Florida Central promete temperaturas templadas en el planeta oxidado con una eficiencia 5,000 veces superior a cualquier otro esquema anterior. Para lograrlo no será necesario utilizar maquinaria futurista, sino simplemente el polvo de la superficie marciana.


Marte presenta condiciones extremas para la vida, pero aún se encuentra dentro de la franja aceptable de habitabilidad. Uno de los principales problemas es la temperatura de su superficie. En promedio, la sensación térmica durante un día en el planeta es de -60 °C. Durante el invierno, en los polos, disminuye a -125 °C, mientras que en el ecuador, en verano, la temperatura alcanza unos agradables 20 °C.


El primer paso para mejorar la habitabilidad de Marte es estabilizar su temperatura. El planeta se encuentra a 228 millones de kilómetros del Sol (aproximadamente 50% más lejos que la distancia entre la Tierra y la estrella). La literatura de ciencia ficción imagina encender sus lunas Fobos y Deimos para aprovechar la temperatura. La ciencia de 1970 planteó llenar el planeta de dióxido de carbono. La NASA pronto bateó esa idea pues Marte no puede albergar gases por su atmósfera delgada. 50 años después, con una mejor compresión sobre los nanomateriales, los investigadores dicen que es mejor usar el polvo del planeta para impulsar un efecto invernadero controlable.


La propuesta de las universidades de Chicago Northwestern y Florida Central consiste en el diseño de partículas en forma de bastones, del tamaño de la brillantina, a base de polvo rico en hierro y aluminio. Dichos materiales abundan en la superficie marciana. La transformación del polvo en estructuras más eficientes permitiría atrapar el calor del planeta y distribuirlo por toda su superficie.


Según los autores del estudio publicado en Science Advance, el fenómeno se explica por la interacción de las nanopartículas con la radiación electromagnética de onda baja, lo que provoca efectos ópticos como el rebote de los rayos solares en un planeta.


Para lograr temperaturas “habituales”, sería necesario liberar millones de toneladas de estas partículas en forma de bastones a base de polvo marciano. De acuerdo con los cálculos del equipo, arrojar 30 litros por segundo de la “brillantina especial” sería suficiente para calentar Marte en 30 °C en solo unos meses.


La propuesta prometedora tiene todavía algunas preguntas abiertas. Una de las principales es cuánto tiempo le tomará al polvo escapar del planeta. Adicionalmente, con el aumento de la temperatura también se vuelve viable la formación de lluvia de agua. El comportamiento del recurso en su estado líquido será una cuestión a abordar.


A pesar de alcanzar temperaturas templadas, Marte aún no sería un lugar apto para los humanos. La radiación espacial sigue siendo un riesgo para la salud de los astronautas. Las personas tampoco podrían respirar en el planeta. Será necesario transformar el dióxido de carbono presente en oxígeno. El instrumento MOXIE de la NASA trabaja en ello. Finalmente está el problema aparentemente irremediable de la gravedad del planeta rojo. Un objeto que pesa 10 kg en la Tierra pesaría 3.2 kg en Marte.


La terraformación por polvo es funcional para la vida microscópica y para algunos cultivos vitales para los futuros asentamientos humanos, afirman los científicos. “Todavía se necesitarían millones de toneladas para calentar el planeta, pero eso es cinco mil veces menos de lo que se necesitaría con propuestas anteriores para calentar globalmente Marte. Esto aumenta significativamente la viabilidad del proyecto”, dijo Edwin Kite, autor principal del estudio.

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